Enrique Molina (Buenos Aires) (1910-1997)
Una mujer tan secreta y lenta, pero insisto
en
descubrir el sol que la nutre y el león que olfatea
su
nuca en la sombra,
cuando
duerme de bruces,
de
modo que escribo con cierta ansiedad
poemas
en busca de la hierba tan fresca que brilla en
sus
besos.
No es fácil
alcanzar
la palabra, o captar lo que dice su piel
con
su vello dorado, raptada y devuelta por el mar,
cuando
yace al sol sobre un toallón carmesí
y las palabras
se
hunden en su respiración, o en la frase que explica
como
su cuerpo se tiende en una hamaca
colgada
bajos los árboles.
Y está le gente del mercado,
señoras
que han adquirido un pollo o una merluza
y marchan
hacia el árbol de Navidad, en el cielo.
Juraría
que
es mediodía y hace calor, pero todo es sospechoso
en
este lugar centelleante.
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