Nacida en Salta, de donde nunca ha de marcharse…
Melania es la pura
voz. Nacida para ser voz. Y no cabe más que la melodía lanzada en el aire o
bajando en el agua para imaginarse a Melania Pérez. Sin dudas, una de las voces
más singulares de la música popular argentina.
Desde su imponente paso por “Las Voces Blancas”, con su timbre de soprano desgranando bagualas,
carnavalitos y zambas mecidas por los arreglos notables de Edgardo Moragas o
con la “Zamba Azul”, de Tito Francia
y Armando Tejada Gómez evocando el territorio de los sueños. Con “Pastor de Nubes”, de Fernando Portal y
Manuel J. Castilla, pertrechada de gloria en el Festival Odol de la Canción a fines de los
’60, marcando un rumbo ineludible de la canción argentina. Melania ya era una voz…
Después, todos los senderos, junto a la gran gente de su
música y, sobre todo, con el aporte
franco del “Cuchi” Leguizamón hasta recalar en el amor final junto a Hicho Vaca
en el “Dúo Herencia”. ¡Si habrán hecho germinar sonidos entre la tierra y los
aires!
La muerte de Hicho remozó su amor en el recuerdo y, ya
solista, evocó al “Dúo Herencia en la “Zamba
del romero” o en la “Zamba de
Lozano”, homenajeando los arreglos que acompañaron su vida.
Hoy es Melania Pérez. La
de los nuevos horizontes, convertida nomás en el paradigma de la tierra, con
su voz de auroras y de magnificencias húmedas, sin vueltas.
Melania es la “Luz del Aire” que llega “Igual que el agua,
cantando” para no detenerse en la brutalidad de las modas, sino llevando la
esencia más natural del arte a las cumbres expresivas de un género emocionante,
necesariamente humano.
© Agensur.info
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